miércoles, 10 de marzo de 2010

MARCO ANTONIO



Y ACUERDATE DE REGAR LAS PLANTAS



Regresó de África con toda la parafernalia de una experiencia mística vivida en el corazón del continente negro. Muñecas de vudú, bolsas con huesos de cementerios, cráneos reducidos y el pene disecado de un guerrero Burundi conservado desde hacía más de un siglo.


Se trajo con él una nueva esposa treinta años más joven y a su hermana la bruja de la tribu a la que se le atribuía poderes extraordinarios. Segismundo a los setenta años se conservaba muy bien, su salud era excelente y su obsesión con el sexo, era exactamente eso, una obsesión. Todas las mañanas la hermana de su mujer, la bruja, le preparaba un caldo de hierbas de las que había traído desde su antiguo jardín secreto en las montañas de Mozambique. Ahora crecían junto al pasto para las vacas en aquel remoto pueblo de Andalucía. Una pizca del disecado pene del guerrero Burundi en el caldo y Segismundo, después de beber dos tazas podía cabalgar por horas hasta que un día su corazón se cansó de perseguirlo y dejó de latir.


Le enterraron en el jardín y las dos mujeres se preguntaron como iban a sobrevivir sin Segismundo para cuidar de ellas. Su hermana, la bruja sugirió abrir una especie de “botica” para vender productos para enaltecer el libido masculino. Y así lo hicieron. El único problema era que ya no quedaba mucho del pene disecado. A la esposa se le ocurrió utilizar el del marido recientemente enterrado en el jardín. Escarbaron el lugar alrededor de sus genitales y sacaron el “objeto” de su interés a flor de tierra y comenzaron a regarlo todos los días como si fuese una planta. Fue algo extraordinario cuando pudieron observar que el órgano crecía y crecía, a pesar de que ellas cortaban y cortaban todos los días lo necesario para preparar el caldo afrodisíaco.


Fueron felices hasta el momento en que recibieron noticias de que el jefe de la tribu se estaba muriendo. Decidieron que una quedaría a cargo de la tienda y la otra, que resulto ser la hermana bruja, regresaría a África. Se despidieron en un mar de lágrimas. Cuando la bruja ya se alejaba en el autobús, sacó la cabeza por la ventana y le gritó a su hermana:

Y ACUERDATE DE REGAR LAS PLANTAS.


Marco Antonio