sábado, 13 de febrero de 2010


EL TRASTERO


Las cosas inanimadas también mueren. No como los seres humanos; es más una agonía de indefinida perseverancia que nunca podremos entender. Si nuestra capacidad cognitiva nos permitiera retroceder a un estado nanomolecular y reagrupáramos nuestros átomos como, por ejemplo, convertirnos en una escoba vieja, tomaríamos esta idiosincrasia como parte de un círculo vicioso con la misma naturalidad con que el criminal condenado a muerte espera la hora de caminar su última milla hasta la silla eléctrica. Sí, las cosas inanimadas mueren en la oscuridad acompañadas de zapatos viejos, vestidos olvidados, muñecas de trapo y cartas de amor escondidas en un cajón. No, no es un tanatorio ni un cementerio. En esta parte del mundo lo llamamos EL TRASTERO.


Marco Antonio