lunes, 14 de junio de 2010

JAIME DEL EGIDO

     GIGANTES Y ENANOS, MOSTAZA Y TENDAL

Desde aquella terraza a pié de calle donde comía, les vi venir. Yo untaba una pizca de mostaza sobre mi rebanada de pan. Más que una pareja, me pareció que observaba un cuadro insólito.

Ella era una mujer enana, de unos noventa y cinco centímetros de estatura. Caminaba de forma inestable ayudada por un andador que amortiguaba el excesivo vaivén de su cuerpo entre un paso y el siguiente.

El hombre que caminaba a su lado era algo mas joven y delgado. Medía aproximadamente un metro setenta centímetros. Le observé con detenimiento. Su ostensible desequilibrio me recordó a una de esas personas con grandes problemas de lenguaje y coordinación de movimientos. Cada paso parecía ser el último antes de caer. Si no sucedía era porque sus brazos le mantenían en equilibro.

Pasaron por delante de mi mesa gesticulando, riendo y farfullando sin cesar (entonces me pareció escuchar algo acerca de “problemas” y de un “tendal”).



Jaime del Egido