domingo, 2 de octubre de 2011

                   
                  ADIÓS AL AMIGO

Al Poeta Sanluiseño de las Cosas Simples, Antonio Esteban Agüero, desde su ciudad (Merlo) a mi ciudad (Santa Fe), in memoriam...

En especial, y muy afectuosamente, para el amigo en el Maná de la Palabra y, por ende, Hermano en Humanidad, Marco Antonio Peña…

22 de Setiembre de 2011 Adrián N. Escudero (Santa Fe, Argentina)


Suerte no haber viajado. Estar en ella y con su familia, y sobre todo en ese día. En aquel último día... Hablaba, en principio, de su ciudad: lagunera y bordada por la silueta serpenteante de los mosaicos defensores del paso lento pero arrollador del Paraná, el tigre de los ríos... Hablaba entonces de Santa Fe. La de Argentina, claro está. Alfajores y humedad, mosquitos y dulce de leche. Y una blanca telaraña de heladerías y rubios puestos cerveceros. Calurosa y desnuda. Hasta ese día al menos... Después, caminar. Vagar soltando de a poco la mochila de un crónico stress laboral...
Ahora, una señal en cruz: Pedro Díaz Colodrero y Avenida 7 Jefes. El faro oblongo y chispeante. Unos juegos para niños. La fuente estallando brillos frente al negro telón de un cielo difuminado de estrellas y de sueños. Dos muchachas en bicicleta. Por detrás, un par de niñas riendo a los brincos... Todo en un radio de cincuenta metros. No más. Él, vértice de la magia de aquella noche especial. La doble vía. El cantero central boulevareño. El marco costanero elongado. Los fuegos del cordón esteño, serenos y amarillos, reflectando como columnas de oro su candor hundido en la Setúbal. El nuevo puente carretero; sus guirnaldas dibujando una pirámide egipcia en el aire cálido del anochecer citadino. Las burbujas de vida y luz asomando al extraño la simple y aguerrida arquitectura de Barrio El Pozo...
El cartel, cerca suyo: “TREVI, helados artesanales”. Chocolate con avellanas, pide. Delicioso. El último helado del verano. La silla metálica pero acogedora. Sus piernas estiradas como tocando con la punta de los pies cada objeto nombrado. Unos minutos antes, hora y media de caminata ahora suspendida. Boulevard Pellegrini, Boulevar Gálvez, Canal 13 (perdón, Telefé). La egregia estatua del Brigadier; del Brigadier General Don López Estanislao, claro está: y su herrumbre de caballo noble e hidalgo caballero. Todo un prócer jubilado por los rastros añosos de su pose ecuestre. Carcomido por el tiempo y el olvido ciudadano. Pero todo pasa...
Atrás. Porque ahora eso: las nenas que se hamacan. Péndulo de picardías. La quietud del ambiente y de la atmósfera. Unos pocos vehículos y alguno que otro caminante como él, parpadeando el gesto vivo de los vivos. La quietud. Contemplar la maravilla de aquel hermoso día en su definitivo crepúsculo estival... Por casualidad, solo. Como para no enturbiar a nadie con esa melancolía agridulce que le ahoga el pecho aquietado, con el que ya no podrá respirar –a partir de mañana- el viento cálido de la estación de la vida.... Casi una lágrima. Casi. “TREVI, helados artesanales”. Chocolate con avellanas. Delicioso. Casi terminándolo...
... Casi. Fue quizás en esa brisa o en ese viento de postrer soplido. Sus ojos abiertos a los indicios de una furtiva intromisión del Otro. Sí. sus oídos atentos a... Shhh, ¿Qué? Shhh. ¡Dime! ¡Escucho! Shhh...: volveré. ¿Cómo? Shhh: son los nueve meses que necesito. ¿Quién...? Shhh. ¿Para qué? Shhh: para nacer de nuevo... Como ustedes; cada nueve meses... ¡Ahhh! ¿No serás...? Shhh: lo soy. Digo tu nombre, amigo mío. Shhh: no lo digas. Él no debe escucharlo. ¿Por qué? ¿Cómo? Shhh: él cree, cada vez que me lleva, que será para siempre. Que jamás volveré... ¿Te refieres al Otoñ...? Shhh: no lo pronuncies. Lo advertiría, y haría lo imposible para demorar el parto... Entonces, callaré. Shhh: gracias. Entonces, ¿hasta pronto? Shhh: sí, hasta pronto... Luego, retomará la marcha. Caminará. De vuelta al hogar. Con su familia y en su ciudad. Ya no cálida. Siempre húmeda. Delante suyo, un grupo de muchachos y chicas adolescentes, todavía no se han dado cuenta que llevan, pegado a sus cuerpos viriles y seductores, los restos del Verano...
Dice ahora adiós al amigo. Y reza. Reza por el sempiterno nacimiento de su estación favorita. Con una lágrima, casi. O el sudor que se desploma de su frente envejecida un año más, aunque siga parpadeando el gesto vivo de los vivos...

Adrian N. Escudero