martes, 16 de marzo de 2010

MARCO ANTONIO




A VISTA DE PÁJARO


Era impresionante mirarle a los ojos, tenia uno azul y el otro marrón. La primera vez que lo vi fue en Monte Carlo saliendo del casino del brazo de una exuberante mujer. Una rubia platinada muy conocida en el ámbito internacional por sus recambios matrimoniales y sus dos fallidos intentos por ganar un “Oscar” como mejor actriz de reparto. Me lo presentaron casualmente la segunda vez que coincidimos. Eso fue en Madrid durante la presentación de unos premios cinematográficos. Entablamos una conversación perfunctoria que gradualmente adquirió sustancia hasta que nos vimos en la obligación de compartir la cena, el coñac y la cama en un hotel de segunda categoría.

Insistió en desvestirme y cuando descubrió que yo era un travesti con un equipo descomunal e intacto, no se impresionó. Yo quedé con la duda de cómo él pudo descubrir mi verdadero sexo. La velada fue una experiencia inquietante. Se despojó de su elegante atuendo lentamente y a mí me pareció que en su propósito había algo de exhibicionismo. Se fue al baño y se lavó los dientes, entonces removió su ojo derecho, el azul y después el otro marrón y los depositó en un receptáculo metálico que colocó sobre la mesilla. Pasé toda la noche sin poder acostumbrarme a mirar directamente a las cuencas vacías de sus ojos. En la penumbra de la habitación parecían ser dos cavernas oscuras de infinita profundidad. Horas más tarde, cuando mi corazón había regresado a su ritmo normal, me atreví a preguntarle cómo me había descubierto. Se sentó al borde de la cama, y abrió la cajita metálica de donde sacó las dos orbitas y las volvió a colocar en sus respectivas cavidades.

— Con estos artefactos puedo ver a través de cualquier cuerpo sólido, ya sea una pared o una prenda de vestir.

Se abalanzó sobre mí y me mordió el cuello a la altura de la yugular. Entonces corrió hacia la ventana y saltó por ella completamente desnudo.

Lo último que pude ver antes de perder todo sentido de la vida, era como aquél ratón batía sus alas y lo observaba todo A VISTA DE PÁJARO mientras se alejaba en la oscuridad de la noche. Cuento este anecdota desde mi ataud en el sótano del hombre con un ojo azul y el otro marrón.



Marco

ENRIQUE TEJON




GANZÚA DE JUDO

-          Pero-pero… ¿quiere venderme un avión sin alas?
-          Ah, ¿se ha dado cuenta de ese detalle? No se moleste en agradecérmelo.
-          ¿Agradecérselo?
-          Pues, claro. Piense que de esta manera no se le escapará volando; si se lo vendo con alas tendrá que comprar una jaula y eso le saldría más caro.
-          ¿Qué tonterías está diciendo? ¿Una jaula para un avión?
-          No, la jaula es para usted.
-          ¿Me vende un avión sin alas y una jaula para mí?
-          Oiga, ¿sólo sabe hacer preguntas? Vale, yo también le haré alguna.
-          Bueno, ¿por qué no me hace la pregunta?
-          Vaya, sólo quedaba una y la ha hecho usted; estará contento.
-          Pero, ¿qué hay del avión?
-          ¿Qué pasa con el avión?
-          Quiero unas alas.
-          ¿Qué es usted, un ángel? ¿Por qué hago tantas preguntas? Amigo, devuélvame mis respuestas.
-          Caballero, hemos hecho un trato: dijo que me vendería un avión y lo quiero con alas.
-          Está bien, está bien, le daré unas alas en cuanto las tenga; entre tanto me da el dinero y ya puedo volar.
-          ¿Puedo volar?
-          Puedo volar… usted. ¿No sabe que ahora se dice así? ¿Dónde ha estado los últimos treinta años?
-          Pero, ¿cómo voy a volar sin alas? Lo que quiero es ver todo a vista de pájaro.
-          Ah, lo que necesita son unas gafas. Tenga le doy las mías. Ahora tendrá que pagarme…
-          ¡No pienso pagarle nada!
-          ¿Qué clase de ángel es usted?
-          No soy un ángel.
-          No lo jure. Debería darle vergüenza; intentar engañar a una persona que solo piensa en su dinero.
-          Usted lo que quiere es estafarme; me voy.
-          Muy bien, váyase, váyase; desde que ha dejado de hacer preguntas tengo escalofríos.
-          No pretenderá que no le pida explicaciones.
-          No, pídalas, pero cierre la puerta.
-          ¿Dónde está la puerta?
-          ¿La puerta? Oh, no, quise decir la muerta; cierre a la muerta; le debo dinero.
-          Pero, ¿dónde está la puerta?
-          Vale, vale, la quité para hacer las alas del avión; hoy es su día de suerte, amigo, no le voy a cobrar la cerradura.

Enrique Tejón

MARCO ANTONIO

 CALLEJÓN SIN SALIDA

Volvió a mirar las fotos sobre la mesa. Nunca lo reconocerían por sus nalgas, se dijo, pero sí por su rostro. Aquello era un trabajo profesional y él, accidentalmente, había caído en la trampa. Ya podía visualizar los diarios de la mañana con su foto a todo color en la primera plana: <<Alcalde de Marbella sorprendido en situación comprometedora>>.

Pensó que esa maldita costumbre que tienen los agentes secretos de abalanzarse sobre la persona que protegen era un poco ridícula. A la primera señal de peligro te arrastran sin contemplaciones hasta que abandonas el lugar. No importa si estás en una conferencia de prensa o un discurso en el Centro para jubilados. Esta vez cuando se informó de la brecha en la seguridad, los agentes, hombro con hombro, le cubrieron hasta la primera salida por una puerta lateral y de ahí a la cocina. La idea era abandonar el edificio por un callejón donde seguramente ya esperaba la limusina oficial. Pero no sucedió así. A medio correr por los pasillos plagados de cocineros, el alcalde resbaló en una cáscara de plátano y se clavó el tenedor del  chef en el culo. Entonces se activó el plan  B y la caravana tomó rumbo al hospital más cercano. La limusina iba perseguida por un contingente policíaco y la correspondiente jauría de periodistas y fotógrafos. Le atendieron en Urgencias bajo extrema seguridad, pero evidentemente   estos esfuerzos no fueron suficientes. Algún fotógrafo o quizás un miembro de la comitiva se introdujo en la sala de emergencias con una mini-cámara y logró sorprender al funcionario con los pantalones por los tobillos y el tenedor del chef clavado en el  culo.
Ahora el Alcalde apoyado en las muletas estudiaba las comprometedoras fotos desperdigadas sobre la mesa. Sabía que no habría forma de negociar. Aquello era UN CALLEJÓN SIN SALIDA.


                                      Marco Antonio

JAIME-HORÓSCOPO Y RIBEIRO




Es caprichoso el azar

Aquél día, el horóscopo del periódico sólo contemplaba aspectos generales para los pertenecientes a los signos virgo y sagitario. Las indicaciones podrían ser válidas tanto para acertar con cualquier persona, como para no atinar con nadie. Recomendaba, en la proximidad del fin de semana, controlar la ansiedad.
No hablaba de viajes, encuentros amorosos o de riesgos para la salud. Ni mencionaba algo que tuviese relación con balnearios. Pero el destino, más fuerte que la lógica de una predicción, había urdido, como sin querer, en la casualidad de un presente caprichoso:
Sombra y luz, experiencia y pasión, madurez y juventud... juntos norte y sur en una cuerda de equilibrio.¡Claro que lo celebraron! (la bebida fue un ribeiro de cosecha).
Jaime