lunes, 8 de marzo de 2010

MARILUZ


LANA Y VALQUIRIA


IDEAS RUIDOSAS

Las mujeres interrumpen su tarea.
Los colchones enseñan sus entrañas de lana.
Las varas, apoyadas sobre el musgo del muro, reposan entrecruzadas.
Algún día oiré hablar del Mikado.
Jugando al Mikado con un hijo mío recordaré esta mañana; este sol tibio que alejó la niebla y la ciudad al fondo, empequeñeciéndonos.
Algún día sonreiré ante tanto interrogante.
Pero eso será en el futuro.
Ese futuro del que todos hablan y nunca veo.

No me llevo bien con el tiempo.
No entiendo su paso.
Tiene la mala costumbre de irse muriendo como el agua que se escurre entre mis dedos al pillar los renacuajos.

Desde el silencio de mi esquina transparente juego con el aire.
Escucho sus idas y venidas y contemplo el descanso de las mujeres.
El perro me mira y se rasca las pulgas.
Yo me dejo mirar y aguanto a duras penas el orín que amenaza con rodar muslos abajo.
Sé que pronto se reanudará la faena.
Con el silbar de las varas mearé.
Seré de nuevo invisible, un reguero amarillo que cae de la nada al pie de la higuera.

Dicen las mujeres que hay que apurar.
Aún falta orear esas tripas maltratadas, que se esponjen para luego coser las fundas con esas agujas largas como las noches de invierno.
El abuelo tantea la lana con la cachava.
Me recuerda que esta noche será como dormir sobre una nube.
Promete prepararme una vara para el próximo verano pues a partir del jueves ya seré grande.
Supongo que el jueves es un futuro cercano.
Algo así como la prima que me visita por las fiestas del pueblo.
A ver si ese día estoy de humor para cumplir años.
Lo estaría si supiera de qué me sirve.

No me gustan los años.
No entiendo su paso.
Tienen la mala costumbre de llenarme la cabeza de preguntas e ideas ruidosas.
En vez de sufrir tal efemérides preferiría convertirme en una valquiria.
Una igualita a la que vi en un cromo de las tabletas de chocolate.
Sacar pecho y emprenderla colina abajo como el agua de los deshielos, dando voces sobre los cantos rodados, anegando prados.

Habría que oír la letanía sobre el comportamiento.
Las comparaciones con la hija del practicante.
Seguro que las valquirias se encogen de hombros ante las monsergas.
No por nada.
Es que no las entienden.

Mariluz

MARCO ANTONIO



NO HAY DOS SIN TRES

Caraballo llevaba la llave inglesa en una mano y el rollo de cable de acero en la otra. No tuvo tiempo para atarse los cordones de los zapatos y así intentó bajar por las escaleras que conducían al sótano. Resbaló o más bien se enredó con algo y descendió a culazo limpio los peldaños hasta quedar pillado entre el último escalón y la pared. Así aterrizó en medio de la espesa mezcla de agua y mierda. Aquello continuaba desbordándose por el orificio donde ahora ya no había inodoro. Venancio vació sus intestinos de tal manera que cuando haló de la cadena, todo se vino arriba, mierda, papel y sabe Dios que más habría comido el hombre esa tarde. Caraballo miró hacia el tope de la escalera y allí estaba Esculapio a punto de descender al sótano con los alicates y la bomba para achicar el agua. Fue un poco tarde cuando le gritó, porque Esculapio también perdió el equilibrio y descendió dando caderazos y quejidos hasta aterrizar sobre el pobre Caraballo quien recibió una herida profunda en la frente cuando la bomba de achicar el agua le golpeó. Trataron de incorporarse y casi lo consiguen cuando arriba, enmarcada contra la luz del atardecer apareció Florinda con el cubo, la escoba y la fregona. Desde abajo los dos gritaron a la vez, pero nada, Florinda era sorda y en el segundo escalón perdió el equilibrio. Trataba de bajar por las escaleras con el cubo, la escoba y la fregona sin quitarse las madreñas. Bajó los escalones a tetazos limpios e impactó contra los otros dos que volvieron a caer desparramados en las aguas negras que ahora les llegaba hasta la cintura.

Venancio, aún con los pantalones por los tobillos se había encaramado en un viejo armario y desde allí les gritó: ¡NO HAY DOS SIN TRES!



Marco Antonio