Fue en la pitanza del día de Navidad cuando se armó el revuelo que, a la postre, costaría el puesto de trabajo de dos guardias de seguridad. Al parecer todo comenzó cuando Flor, la auxiliar de cocina, tras servir a Guillermina, se entretuvo en darle explicaciones para que empezase a comer por si sola. Fue el pretexto que hizo explotar a Gerardo, el esquizofrénico recién llegado de otra comunidad terapéutica, y aún no adaptado a esta. Le arrebató el cacillo y lo estampó sobre la pared, llenándola de restos del cocido. Después, volteó la pota sobre la mesa y se montó un barullo fenomenal cuando el enfermero acudió a retener aquella impulsividad inesperadamente desatada. Gerardo huía derribando todo cuánto se encontraba por delante. Empujaba sin miramientos a algunos enfermos que ya se habían levantado de la mesa y se movían, temerosos, en desbandada por el comedor del frenopático.
Dos enfermos espásticos cerebrales, chillaban de excitación y alegría desde sus sillas. Era su contribución a aquél caos de objetos por los suelos, muebles desvencijados, gritos de terror, y varios locos y cuidadores malheridos en la batalla campal.
Al fin acudieron los guardias de seguridad y controlaron la situación excediéndose con sus métodos para reducirlos. El informe del enfermero concluía diciendo que “ni son todos los que están, ni están todos los que son”, y que faltaba algun tornillo...
Jaime
Marco Antonio dijo:
ResponderEliminarMe sentí parte del "jolgorio", hasta me encaramé en la mesa para evitar que me mordiera uno de los esquizofrénicos que perdieron el control. Fue como estar alli. Buen relato.
Marco Antonio dijo:
ResponderEliminarMe sentí parte del "jolgorio", hasta me encaramé en la mesa para evitar que me mordiera uno de los esquizofrénicos que perdieron el control. Fue como estar alli. Buen relato.
El informe no tiene desperdicio; imagino a Marco bregando con ellos; es cierto, apetece manejar platos.
ResponderEliminarEs muy visual.