- ¿Cuánto tiempo llevamos en el desierto?
- Cinco meses, señor.
- En todo este tiempo solo hemos visto las palmeras que hemos imaginado, ¿no es cierto?
- Cierto, señor.
- ¿Tenemos comida?
- Hace cinco meses que no tenemos comida, señor.
- Sí, es verdad. Dígame sargento, ¿no es ya la hora de comer?
- Sí, señor.
- ¿A quién le toca hoy imaginar la palmera?, no soporto comer dándome el sol.
- Al cabo, señor.
- ¿A cuál de ellos?
- Al único que hay, señor. Recuerde que somos tres nada más.
- Ah, sí, es verdad. Como ayer me imaginé una parada militar… Sargento…
- ¿Sí, señor?
- ¿Ve aquella duna?
- ¿A qué duna se refiere, señor?
- A la que parece que es de nieve dura.
- Oh, sí señor.
- La he visto cuatro veces en dos semanas.
- Pues o estamos dando vueltas o la duna se ha movido o las dos cosas, señor.
- ¡Claro que se ha movido!; lleva dos días siguiéndonos.
- ¿Qué podemos hacer, señor?
- Disimular hasta que descubramos qué es lo que pretende. Dígale al cabo que imagine la palmera, vamos a comer. ¿A quién le toca imaginar la comida?
- A mí, señor, pero…
- ¿Sí?, ¿qué pasa?
- No me encuentro bien del estómago, señor, y me cuesta imaginar comida.
- Pruebe a imaginarla sólo para el cabo y para mí.
- Eso me cuesta más, señor.
- ¿Alguna solución?
- Que la imagine usted, señor.
- Pero-pero… yo no puedo; tengo que imaginar una conversación con altísimos representantes políticos. ¿Qué les voy a ofrecer? ¡Que imagine el cabo!
- Le recuerdo, señor, que le ordenó imaginar que lleva la invitación a los altísimos representantes políticos para que vengan a comer y tal vez no vuelva hasta la noche.
- ¿Cómo?, ¿es que van a venir antes los invitados que él?, ¿qué tiene pensado hacer?
- Dijo que quizá se retrase un poco, señor; que aprovechará para ver a una hermana que vive cerca.
- ¿Cerca de aquí?
- No, señor, cerca de los altísimos representantes políticos.
- ¿Cuánto tiempo llevamos en este desierto?
- Cinco meses, señor.
- Sería bueno encontrar una palmera que nos diera sombra, ¿verdad?
- La duna se ha movido, señor.
- Sí, lo he visto. ¡Imagine bengalas, sargento!; esta noche la sorprenderemos.
FIN
- Cinco meses, señor.
- En todo este tiempo solo hemos visto las palmeras que hemos imaginado, ¿no es cierto?
- Cierto, señor.
- ¿Tenemos comida?
- Hace cinco meses que no tenemos comida, señor.
- Sí, es verdad. Dígame sargento, ¿no es ya la hora de comer?
- Sí, señor.
- ¿A quién le toca hoy imaginar la palmera?, no soporto comer dándome el sol.
- Al cabo, señor.
- ¿A cuál de ellos?
- Al único que hay, señor. Recuerde que somos tres nada más.
- Ah, sí, es verdad. Como ayer me imaginé una parada militar… Sargento…
- ¿Sí, señor?
- ¿Ve aquella duna?
- ¿A qué duna se refiere, señor?
- A la que parece que es de nieve dura.
- Oh, sí señor.
- La he visto cuatro veces en dos semanas.
- Pues o estamos dando vueltas o la duna se ha movido o las dos cosas, señor.
- ¡Claro que se ha movido!; lleva dos días siguiéndonos.
- ¿Qué podemos hacer, señor?
- Disimular hasta que descubramos qué es lo que pretende. Dígale al cabo que imagine la palmera, vamos a comer. ¿A quién le toca imaginar la comida?
- A mí, señor, pero…
- ¿Sí?, ¿qué pasa?
- No me encuentro bien del estómago, señor, y me cuesta imaginar comida.
- Pruebe a imaginarla sólo para el cabo y para mí.
- Eso me cuesta más, señor.
- ¿Alguna solución?
- Que la imagine usted, señor.
- Pero-pero… yo no puedo; tengo que imaginar una conversación con altísimos representantes políticos. ¿Qué les voy a ofrecer? ¡Que imagine el cabo!
- Le recuerdo, señor, que le ordenó imaginar que lleva la invitación a los altísimos representantes políticos para que vengan a comer y tal vez no vuelva hasta la noche.
- ¿Cómo?, ¿es que van a venir antes los invitados que él?, ¿qué tiene pensado hacer?
- Dijo que quizá se retrase un poco, señor; que aprovechará para ver a una hermana que vive cerca.
- ¿Cerca de aquí?
- No, señor, cerca de los altísimos representantes políticos.
- ¿Cuánto tiempo llevamos en este desierto?
- Cinco meses, señor.
- Sería bueno encontrar una palmera que nos diera sombra, ¿verdad?
- La duna se ha movido, señor.
- Sí, lo he visto. ¡Imagine bengalas, sargento!; esta noche la sorprenderemos.
FIN
Enrique Tejón
Nadie lo diría, Señor.
ResponderEliminarPero ésta es una travesía deliciosa.
Qué buenos momentos literarios nos regalas, Enrique.
Es tu mejor momento. Tu demencia literaria es exquisita.
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