Sospecho que intentar utilizar las matemáticas para medir el valor y el propósito de nuestra existencia es un ejercicio algo esotérico. Cuando se aproxima esta temporada de auto contemplación espiritual, tratamos de contabilizar la suma de nuestras experiencias asomándonos a la fosa de los recuerdos y tratamos de visualizar todo aquello que se nos ha ido desprendiendo de la vida, todo eso que se ha ido quedando atrás cada vez más distante y más confuso. Es curioso, pero ese cúmulo de experiencias carece de un coeficiente o una fórmula aritmética para calcular; si hay margen entre, << lo hemos hecho bien, o no tan mal>>
¿Para qué contabilizar si el argumento no arroja un ápice de claridad? Siempre nos queda la duda: ¿Podría ser que todas esas experiencias enjauladas en la fosa de los recuerdos nos sirvieran para hacernos mejores personas? Debe haber una buena razón para rondar por este espacio tanto tiempo y ser protagonista y espectador en un escenario donde la felicidad y la desgracia se estrechan la mano antes de saltar a la fosa de los recuerdos. Estas navidades, me miraré el ombligo y abrazaré a todos los hombres de buena voluntad. ¡Por fuerza tengo que sentirme un hombre completo! Ustedes, protagonistas del continuo drama que se desliza ante mis ojos, ya pasaron a formar parte del indescifrable computo donde las matemáticas no funcionan. Serán entonces la recompensa. Gracias por ser o haber sido parte de este espacio que me han asignado.Mi vida.
Marco Antonio
Gracias a ti, Marco.
ResponderEliminarGrande es tu parcela en el espacio de los que te disfrutamos.
Ojalá haya una buena razón, como dices, para ese protagonismo expectante.
Aunque solo sea por no dar cancha a la otra cara de la moneda.
La sinrazón.
Feliz Navidad.
¡Salgan a la luz las endodoncias!
Gracias, Marcos. Nosotros tenemos la suerte de estar de ese espacio y esas hectáreas de cultivo.
ResponderEliminarF. Navidad