¡Y ACUERDATE DE REGAR LAS PLANTAS!
Aquel era el momento más deseado del año. Que no se entere mi mujer porque de lo contrario, no quiero pensar la que se armaría.
- ¿Tantas ganas tienes de liberarte de mí? ¿Tanto te molesta mi presencia? ¿Te gustan otras más que yo? Pues márchate y déjame en paz.
Un rosario de improperios como estos tendría que escuchar y ni el mejor abogado tendría argumentos para hacerle cambiar de actitud. Sólo de pensarlo me dan escalofríos; pero la verdad es que esos quince días en los que vivía de rodríguez, significaban para mí como el permiso que disfruta un preso. Para disfrutar de esa calma, tenía que sufrir la gran tempestad de los preparativos de las vacaciones.
_ No se te olvide llevar el coche al taller. Cuando salgas del trabajo, pasas por la tienda y compras una sombrilla; que la que teníamos la estropeó el viento. A la niña había que comprarle un bañador pero, ¿para qué te voy a encargar a ti eso, si luego voy a tener que ir a descambiarle?
- Hasta el momento de arrancar el coche, no cesaba de dar órdenes; Sí, órdenes, porque no eran recomendaciones.
- No dejes de limpiar el polvo que, ahora en verano, se acumula y se nota mucho. En el armario de la terraza te dejo el líquido para la limpieza de los cristales. ¡Ah!, los secas con papeles de periodico, porque si utilizas paños quedan pelusas.
- Cerrada ya la puerta para arrancar el coche, la abre de nuevo y me lanza la última orden.
-¡¡Y acuerdate de regar las plantas!
-A la vuelta de vacaciones vendrá la supervisora y, para qué contaros. Podeis imaginarlo.
Matritri. Mauricio.
Aquel era el momento más deseado del año. Que no se entere mi mujer porque de lo contrario, no quiero pensar la que se armaría.
- ¿Tantas ganas tienes de liberarte de mí? ¿Tanto te molesta mi presencia? ¿Te gustan otras más que yo? Pues márchate y déjame en paz.
Un rosario de improperios como estos tendría que escuchar y ni el mejor abogado tendría argumentos para hacerle cambiar de actitud. Sólo de pensarlo me dan escalofríos; pero la verdad es que esos quince días en los que vivía de rodríguez, significaban para mí como el permiso que disfruta un preso. Para disfrutar de esa calma, tenía que sufrir la gran tempestad de los preparativos de las vacaciones.
_ No se te olvide llevar el coche al taller. Cuando salgas del trabajo, pasas por la tienda y compras una sombrilla; que la que teníamos la estropeó el viento. A la niña había que comprarle un bañador pero, ¿para qué te voy a encargar a ti eso, si luego voy a tener que ir a descambiarle?
- Hasta el momento de arrancar el coche, no cesaba de dar órdenes; Sí, órdenes, porque no eran recomendaciones.
- No dejes de limpiar el polvo que, ahora en verano, se acumula y se nota mucho. En el armario de la terraza te dejo el líquido para la limpieza de los cristales. ¡Ah!, los secas con papeles de periodico, porque si utilizas paños quedan pelusas.
- Cerrada ya la puerta para arrancar el coche, la abre de nuevo y me lanza la última orden.
-¡¡Y acuerdate de regar las plantas!
-A la vuelta de vacaciones vendrá la supervisora y, para qué contaros. Podeis imaginarlo.
Matritri. Mauricio.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTodos deseamos tener una como esa que describes en tu relato. Los que no, se mueren de envidia. Al perro muerto nadie lo patea.
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